miércoles, 30 de junio de 2010

YO SOY EL CAMINO


YO SOY EL CAMINO

                                                                         “Yo soy el camino, y la verdad,                   
                                                                           y la vida; nadie viene al Padre,
                                                                             sino por mi”.
     
                                                                                Palabras de Jesucristo.
                                                                                                    Evangelio de Juan 14:6.

Quien dedicara su vida al servicio de Dios, siendo monja o sacerdote, ofrecía a su familia la posibilidad de obtener una bendición divina y un lugarcito en el cielo.

La verdad es que en un pueblo de montaña como el mío, con tres iglesias casi alineadas verticalmente y con el convento frente al seminario, muchas actividades para elegir no había. O estabas en el grupo juvenil de la Catedral, o en los Boys Scout o en la policía vial.
El destino parecía predecible. A mi me tenían de candidata para monja, hija mayor ejemplo para los hermanos, estudiaba en el colegio católico, integraba el grupo juvenil y con el coro cantaba en la misa de los domingos.
"Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo". (Marcos 1, 1-8).

Al igual que mis hermanos tuve todos los sacramentos correspondientes a la edad y con cada sacramento una fiesta , los padrinos y los regalos.
Mi hermano Enrique, el segundo, formaba parte de los Boys Scout, tenía un carácter terrible, siempre andaba peleando con todo el mundo, le decíamos cascarrabias. Al parecer no tenía pinta para cura, pero de algo le sirvió la formación de Baden-Powell porque fue cambiando de apoco y hasta fue dirigente importante del grupo del pueblo.
Mi hermano Roberto, el tercero, se inscribió en la policía vial porque, aunque el quería ser Boy Scout, mi hermano Enrique no lo admitió.

Religiosamente asistíamos a todas las fiestas patronales, a las procesiones, a la misa obligatoria de los domingos y a otras entre semana, confesábamos nuestros pecados y cargábamos con la culpa de aquellos sin confesar, comíamos el cuerpo de Cristo. A diario manifestábamos nuestra fe en Dios.

Pero los caminos divinos son insospechados y en la viña del Señor todo abunda. Yo quise estudiar en la universidad y me fui del pueblo a la capital del departamento, a tres horitas no más. Allí la iglesia me quedaba lejos, por lo que mis encuentros con Dios los realizaba en cualquier parte, a cualquier hora y las confesiones cuando iba de visita al pueblo. La idea de hacerme monja se fue desdibujando, gracias a Dios.
Un año después mi hermano Enrique nos sorprendió, ¡se internó en el seminario! Yo no lo podía creer. ¡La bendición familiar estaba asegurada! Además parecía que una luz divina lo había iluminado porque sus actitudes cambiaron radicalmente, ¡hasta fue mediador familiar!
Roberto siguió en la policía vial, era tan bueno que le dieron una beca para que siguiera estudiando de policía, así lo hizo. ¡Vaya forma de reclutar gente¡

En la familia esperaban que yo volviera al pueblo cuando terminara la carrera, pues el buen ejemplo lo tenía que dar la hermana mayor.
Sin embargo, a veces, las cosas no se dan como uno las piensa o como las piensan los demás por uno. En mi caso el amor me tendió sus redes y yo me dejé atrapar, es más, me tiré y me enredé solita. En fin, el amor me llevó bien lejos, a otro país. A pesar de la angustia familiar, el buen ejemplo y los santos sacramentos, me fui con un rubio de ojos claros y san se acabó.
Mi hermano Roberto andaba con el pelito corto y el paso firme. El corazón tiernito que tenía se le acorazó.
Por ese tiempo nos enteramos de que el padre Grillo había puesto venta de rosarios  al lado de su  restaurante adquirido con las limosnas dominicales y de que la monja Rosa María,  perteneciente a las Carmelitas Descalzas, la que vendía el pan caminando por las calles del pueblo, se escapó con un mecánico al que le reservaba el pan más calientico. Fueron hechos que no se comentaron mucho pero estaban presentes a la hora del bingo.

Venid conmigo y yo
os haré pescadores de
hombres.
Evangelio según San Mateo

A mi hermano Enrique le permitieron salir del seminario un año antes de su entrega definitiva a los brazos de Dios y María santísima, para que viera el mundo y su fortaleza fuera mayor. ¡No tuvo mejor idea que visitarme! ¿Para qué?, se encontró con una sociedad muy distinta a la cual yo todavía me estaba adaptando, con un grupo de amigos ateos, mujeres de hermosas caderas y un lugar soñado para vivir, sin armas asechando y con la tranquilidad de una caminata por la orilla de un río transparente.
No se quedó conmigo, tampoco volvió al seminario. Terminó sus estudios en filosofía y ciencias religiosas y consiguió un trabajo. “La bendición familiar” se había esfumado.

Las distancias nos acercan, poco a poco, en la familia empezamos a hablar de las otras bendiciones que recibimos, no las impuestas. Estamos de acuerdo en que la vida tiene caminos insospechados y que el destino lo tejemos cada día sin perder la fe.


 Producción del taller con Juana Porro, a quien le agradezco por permitirme estar y experimentar con la palabra escrita!!
Anyela Cuéllar

3 comentarios:

  1. Tengo la sensación de haber leído una novela, más que un post. Las vidas son así de extrañas y complejas. Felicidades por tus cursos de escritura.

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  2. Hermosa y cuentera manera de contar tu rica biografía, o parte de ella, un placer. Gracias.

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  3. Querida Anyela! he leido muchisimo en mi vida pero, muy pocas veces una narración tan corta pudo presentarme tantas imagenes de una vida. es realmente hermosa DEBERIA INTEGRAR ANBTOLOGIAS DEL PLAN DE LECTURA. Desde ya te digo hago una copia para mi.
    Besos. Sergio

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