viernes, 25 de junio de 2010

Animación a la lectura


Amigos les comparto este material.
° 6 - Buenos Aires, 25 de agosto de 1999
LECTURAS
Animación a la lectura
Artículo extraído, con autorización de los editores, del número especial "Con cien números por banda" de la revista Educación y Biblioteca. Año 11, N° 100, Madrid, abril de 1999. Se puede leer de un modo normal o, tal vez, saltar de letra en letra usando este alfabeto, que no forma parte del original:
A B C D E F G I J K L M N O P Q R S T U V
Apagar la luz y empezar a leer al resplandor de las linternas cuentos de miedo con los niños es animación a la lectura, organizar cursos de calceta para que entren en la biblioteca personas que de otra forma no lo harían es animación a la lectura, contar cuentos por la noche al calor de una queimada es animación a la lectura, convertir la biblioteca en restaurante y ofrecer a los usuarios manjares literarios es animación a la lectura.
Presentar cada día a los alumnos un libro "encontrado" en cualquier sitio según se va al instituto es animación a la lectura, hacer ruedas de prensa con los personajes de los clásicos es animación a la lectura, jugar con los niños a cambiarles los finales a los cuentos es animación a la lectura, reservar tiempo lectivo para frecuentar la biblioteca es animación a la lectura.
Contar cuentos a los hijos en la cama es animación a la lectura, meter libros en la maleta cuando se va de vacaciones es animación a la lectura, narrar el comienzo de una historia y provocar el deseo de seguirla en las páginas de un libro es animación a la lectura, regalar libros en las fiestas familiares es animación a la lectura.
Animación a la lectura es todo eso y mucho más. Según yo creo, comprende cualquier actividad orientada a aumentar el número de personas que disfrutan con los libros. Esa podría ser una definición, pero es tan amplia que resulta necesario perfilarla. Y como este número de EDUCACIÓN Y BIBLIOTECA se hace tomando al alfabeto como punto de partida, usaré las letras para hacer esa tarea.
La "A" me sugiere dos palabras: afecto y artesanía. Afecto porque la mejor forma de entrar en la lectura es a través del sentimiento. Un niño al que leen en alto de pequeño sus padres o alguna otra persona de su entorno afectivo, seguirá leyendo a lo largo de su vida. La familia y los amigos son los mejores guías para entrar en la literatura. Pero también, y a falta de ellos, los profesores y los bibliotecarios pueden facilitar un entorno acogedor que ayude a niños y mayores a sentir la lectura como algo placentero. Ese profesor que "encontraba" un libro cada día en los bancos de los parques o en los asientos del tranvía, existió. Dejó un recuerdo imborrable en sus alumnos, y les contagió su afición por la lectura. También los usuarios de las bibliotecas, en especial los más pequeños, se acercan muchas veces a los libros gracias a la cordialidad que encuentran en los bibliotecarios.
La artesanía es un trabajo detallista y cuidadoso que produce piezas únicas. Con mentalidad de artesanos tenemos que trabajar los que animamos a leer. Cada una de las actividades que emprendamos es digna de atenderse en todos sus detalles: la visita de un autor, por ejemplo, debe ser el final de un proceso de lectura, y el escritor tiene que sentirse valorado: si hace el esfuerzo de ir a conversar con sus lectores hay que presentarle a lectores de verdad, no a admiradores de famosos. Es preciso mimar el diseño y la realización de las actividades, porque el trabajo de animación a la lectura no es como el de las cadenas de montaje; necesita cariño, tiempo y reflexión.
La "B" se refiere a biblioteca, institución obligada a hacer promoción de la lectura. Además de comprar y organizar libros y otros materiales, la rutina del trabajo debe incluir la organización de actividades. Al principio pueden servir además de propaganda; programarlas es para la biblioteca la mejor forma de anunciarse, es decir "estoy aquí y soy tan necesaria como el hospital o el polideportivo".
La "C" pertenece a los centros de enseñanza, compañeros necesarios de la biblioteca en las tareas de animación a la lectura. Cualquier actividad que se organice en ella ha de ser difundida en los colegios e institutos, y cuando esto se repite durante varios cursos, los centros escolares ya cuentan con la biblioteca y sus ofertas, e incitan a participar en ellas a los alumnos.
Por otra parte, cuando son los centros de enseñanza los que practican alguna actividad de animación a la lectura, deben saber que pueden disponer de todos los recursos de la biblioteca, lo cual es casi siempre imprescindible debido a la pobreza de las bibliotecas escolares.
La "D" hay que adjudicársela al dinero. La animación a la lectura tiene sus costes; por eso el presupuesto de cada biblioteca ha de prever una partida para ese fin, como la que se destina a comprar libros y otros materiales o a pagar a los trabajadores. Muchas de las actividades que se pueden realizar en una biblioteca —llevar a un autor, o adquirir libros para clubes de lectura, por ejemplo— cuestan algo. Pero también hay otras que no generan gasto, como la hora del cuento o muchas más que pueden realizarse con el trabajo de bibliotecarios solamente. Además, si en un principio fuera imposible conseguir financiación, siempre hay colaboradores en los que apoyarse: las bibliotecas que llevan más tiempo trabajando, o las editoriales. En resumen, la idea que quiero transmitir es que los bibliotecarios tenemos que luchar por que los presupuestos recojan cada año una cantidad suficiente para la realización de actividades, pero la falta de dinero se puede suplir de otras maneras, sobre todo en un primer momento.
La "E" nos lleva a equipo, porque es necesario trabajar en colaboración cuando se quiere hacer animación a la lectura. Las bibliotecas grandes, que tienen muchos empleados, pueden repartir entre ellos las tareas y responsabilidades, pero esto es impensable en muchas bibliotecas municipales en las que trabaja sólo una persona. En esos casos es muy conveniente plantearse actividades cooperativas, para hacer entre varias bibliotecas el programa y abaratar los costos. Hay ejemplos recientes de esta forma de actuar, y se han hecho cosas imposibles de abordar si cada una de ellas hubiera trabajado en solitario.
Con la "F" hay que referirse a fondos bibliográficos, que es necesario tener en abundancia antes de empezar a practicar la animación a la lectura. Los lectores verdaderos son voraces, necesitan muchos libros, y quieren acceder rápidamente a las novedades que conocen a través de los periódicos. La biblioteca tiene que proporcionarles todo eso. De nada sirve formar lectores si después no se puede alimentar su afición a través de un fondo amplio, constantemente enriquecido.
La "I" es para designar a la imaginación. Después de cuarenta oscuros años en los que la lectura era vista desde el poder como algo sospechoso, llegó a este país la democracia, y con ella la necesidad de trabajar a favor de la propagación de la lectura. La esperanza iluminó la imaginación de los profesionales, y durante los siguientes veinte años fueron apareciendo en bibliotecas, librerías, centros de enseñanza; y en la calle, fiestas, maratones, trenes literarios, ferias, libros gigantes para los ciudadanos, brujas cuentacuentos, colecciones de cromos literarios, librofórums de muy diversos tipos, visitas de autores fallecidos, restaurantes para saborear libros, pequetecas y miles de ideas novedosas que hicieron atractiva y deseable la lectura. No sé hasta qué punto habrán valido todas para formar lectores. hay quien dice que muchas han servido para entretener más que para extender el hábito lector y que, de ahora en adelante, sólo se deben apoyar las que tienen una relación muy estrecha con los libros. A mí me sigue pareciendo que, como dicen que pasa con el amor, vale casi todo en la animación a la lectura, y reivindico la imaginación, que ha dado tanto brillo a las actividades de estos años.
Ello no es incompatible con la posibilidad de copiar ideas inventadas por otros compañeros, lo que también se ha hecho mucho en este tiempo. Las prácticas de animación más exportables se han copiado, aunque nunca exactamente porque en cada sitio tomaban fisonomía propia. Echo en falta las comunicaciones de experiencias que practicábamos los animadores hace años. Cada uno contaba sus realizaciones y todos salíamos llenos de propuestas y entusiasmo.
Kiosco empieza con "K", una letra que no quiero marginar porque me parece que a veces se hace poca justicia con los cómics. Yo misma, que empecé como lectora de tebeos —y fui capaz de dar el paso hacia los libros sin problemas—, desde la biblioteca he desconfiado de los cómics como forma de entrar en la lectura, por temor a que los que parten de ese género queden prendidos en sus páginas y no puedan despegar hacia otras más complejas; sin embargo ahora me parecen muy aprovechables, y no sólo para niños. Tener en bibliotecas y centros de enseñanza las principales colecciones y revistas de cómics es una buena manera de atraer a los jóvenes, un sector difícil de ilusionar con la lectura. El paso del cómic a otros libros no es tan complicado y, además, muchos cómics tienen un valor estético o literario nada desdeñable.
La "M" me sirve para hablar del miedo a las bibliotecas que pueden sentir los que no han adquirido la costumbre de leer. Miedo a no estar a la altura, a no saber moverse entre los libros, a ser tomado por inculto. La animación a la lectura rompe el miedo, porque ofrece actividades al alcance de todas las personas; abre puertas para que cualquiera pueda entrar en el mundo de los libros de una forma relajada.
La "N" nos lleva hasta la narración oral, porque a leer se puede empezar con los oídos. Así es como entró en la literatura Saramago, que en Estocolmo recordaba los veranos de su infancia: "la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, el mismo que suavemente me acunaba".
Hay que contar cuentos en casa, en el colegio, en la biblioteca. Las historias piden más historias, y desde las palabras escuchadas es natural llegar a las páginas impresas (y hasta el Nobel, como el año pasado pudimos comprobar).
Con la "O" comienza el ocio, y también la obligación, que en lectura son términos opuestos. A mí, como a Pennac, no me gusta el imperativo de leer, y no creo que se deba examinar a los lectores haciéndoles preguntas retorcidas para comprobar que han leído un libro. En los colegios se abusa de este procedimiento, y algunas editoriales siguen la corriente engordando los libros con espacios para contestaciones y resúmenes. El profesor Valverde, en una conferencia pronunciada hace años, decía con humor que un buen método de animar a la lectura podría ser la prohibición, sobre todo en la adolescencia, edad en la que atrae nadar contracorriente. Prohibir algunos títulos para incitar a su lectura es algo demasiado complicado, pero obligar a leer es un método nefasto. Los libros tienen que dar satisfacciones, no torturas.
La "P" me plantea una pregunta: ¿Vale más leer cualquier cosa que no leer ninguna? Creo que sí, pero a veces tengo dudas.
La "Q" de Quijote me da pie para contar una pequeña historia. Hace unos meses se celebró en la biblioteca en que trabajo un curso de animación a la escritura. El profesor pidió a los participantes que se presentaran brevemente, a través de alguna anécdota que ilustrara su relación con la lectura. Un chico de unos veinte años contó que a los diecisiete había pasado un curso en EEUU. Recordó el momento en que su madre le hacía la maleta, enorme, porque había que guardar todo lo necesario para un año. Cuando no parecía caber ninguna cosa más, la madre apareció con un voluminoso libro: El Quijote, e hizo un hueco para él ante las protestas de su hijo, que era quien tenía que atravesar con ese peso medio mundo. Al final ganó la madre. El libro viajó, y durante mucho tiempo estuvo perdido en la maleta. Pero cuando habían pasado varios meses y la añoranza de la lengua materna era grande, apareció de pronto como algo deseable. "Es indescriptible el placer", decía aquel muchacho, "que sentí al leerlo en aquellas circunstancias".
Es una historia personal —dirán algunos—, imposible de trasladar a grupos grandes. Los que así piensen se equivocan. En 1997, aprovechando el cuatrocientos cincuenta aniversario del nacimiento de Cervantes, seis bibliotecas municipales de Guadalajara realizaron en equipo una actividad sobre El Quijote. Varios cientos de personas, casi todas residentes en pueblos muy pequeños, lo leyeron, y participaron en actividades divertidas que les ayudaron a conocer mejor al personaje. Con esta práctica hemos aprendido que los clásicos son aprovechables en la animación a la lectura. Si se plantea bien la actividad, los lectores pueden disfrutar mucho con ellos.
Con la "S" vamos a soñar, porque hay que ser un soñador para hacer animación a la lectura. Afortunadamente hay muchos buenos soñadores entre los profesores y los bibliotecarios. De un sueño nació el Maratón de Cuentos, algo que cualquier persona realista hubiera abandonado antes de empezar, por imposible. Y ahí está, cumpliendo ya ocho años.
La "T" vale para firmar que sólo se puede transmitir lo que se siente. No se puede ser animador a la lectura si no se es lector, porque es imposible contagiar una pasión que no se tiene. Ahórrense esfuerzos los que no disfruten con los libros; por mucho que lo intenten nunca conseguirán hacer lectores.
Con la "V" voy a referirme a los voluntarios, gracias a los cuales pueden realizarse actividades con bajos presupuestos. Muchos de los coordinadores de clubes de lectura de la biblioteca en que trabajo son colaboradores desinteresados, que se han ido distinguiendo y ahora coordinan los debates semanales. Si no fuera por ellos sería imposible mantener doce grupos funcionando.
Pensaba utilizar al final las letras que no han aparecido hasta ahora para introducir las palabras negativas que también acompañan a la animación a la lectura, pero no se han dejado dominar. Algunas se han ido de estas páginas, y otras han escogido las palabras que quieren comenzar. Con la "G" yo quería introducir un verbo reflexivo, gastarse, que es lo que ocurre cuando se lleva tiempo haciendo animación a la lectura con pocos medios y mucha burocracia. Pero le ha ganado la partida otro verbo, gozar, que es un poco rimbombante pero define un sentimiento que se da realmente en el trabajo. La "J" no ha querido referirse al jaleo que conlleva la organización de actividades; le gusta más el júbilo. La "L" prefiere situarse en la libertad que aporta la lectura y no en lo laborioso que puede resultar el fomentarla. La "R" no quiere ser utilizada para calificar los presupuestos, reducidos casi siempre, y desea subrayar la capacidad de reflexión que se adquiere con los libros. Y la "U" se ha situado en la utopía de una sociedad gozosa, jubilosa, libre y reflexiva a la que se puede llegar a través de la lectura.
No sé si ha quedado claro lo que entiendo por animación a la lectura. Para muchos de nosotros es una parte muy importante de la vida.


Blanca Calvo es Directora de la Biblioteca Pública de Guadalajara (España). Fue cofundadora del Seminario de Literatura Infantil y Juvenil, organizador de los Encuentros de Animadores del Libro Infantil y de la edición de ¡Atiza!: Boletín Informativo de Literatura Infantil y Juvenil. Es, dentro del ámbito de bibliotecas públicas españolas, una de las personas con un mayor prestigio profesional.

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