Julio Márez Rojo
DESDE LA PALABRA QUE SE DICE
“Reflexiones, Apuntes y Recuerdos”
(fuente: Armando Quintero)
(Sobre el ejercicio del narrador oral I)
“Tarea nada fácil la de tocar la interioridad de cada uno con el lenguaje común. Saber que es nuestra actitud ante la vida la que ha de ser un ejercicio y un ejemplo de sencillez. Que es ese ejercicio y ese ejemplo lo que nos enseña. Que es el asombro al descubrir la palabra simple, que es el temor al no encontrar la palabra propia, o la propia palabra, lo que debe acompañarnos siempre. Que son nuestros conocimientos y experiencias lo que volcamos a los otros, y lo que recibimos de ellos, en cada presentación. Que no buscamos, sino que encontramos, las sugerencias para contar con todo nuestro cuerpo y no sólo con palabras. Que es la memoria pura – lo vivido por cada uno de nosotros: “ese ayer que es todavía”- lo que transformamos en palabras auténticamente dichas, en palabras que se dicen y que se hacen. Que son la luz de nuestra infancia, el aroma de nuestros recuerdos, el toque de nuestras vivencias, los soles de nuestros amaneceres, las lunas de nuestras melancolías, las raíces de nuestros orígenes, las proximidades al mundo de nuestros padres, el acercamiento a las simplicidades o exuberancias de nuestros pueblos o ciudades, los que se reflejan en los numerosos lenguajes que transitan en lo que hacemos y decimos. Que es, en definitiva, permitiendo que el verbo se haga carne como deberíamos contar. Haciendo y diciendo. Sin contradecir lo que digo con lo que hago, o viceversa. Al modo de los elegidos...aunque esto no nos parezca un ejercicio y un ejemplo de sencillez. Aunque esto no nos suene como muy modesto.
Eso sí: sin creernos tales, pero sabiéndolo y asumiéndolo, lo cual no es un mero juego de palabras.
Desde adentro hacia fuera. Siendo y no pareciendo: viviéndolo sensorial, sentimental y conceptualmente todo, a cada instante, en mí y con los otros. Porque lo auténtico – eso lo indica la experiencia- hace real lo que presentamos en el instante de narrar”.
Esto que les he dictado son unas notas escritas hace un tiempo. Realizadas a partir de los recuerdos, aportes teóricos y experiencias que hemos acumulado con la práctica constante en la oralidad.
Como ejercicio poético no se me ocurre nada mejor que las meditemos al modo de nuestro compadre y hermano: Jairo Aníbal Niño: preguntándonos sobre ellas, sin preocuparnos de las respuestas. Más bien, no esperando respuestas. Sino, preguntas. Sólo preguntas. Siempre preguntas. Nada más.
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