lunes, 13 de septiembre de 2010

VISITA DE FRANCO VACCARINI

A través del Plan Nacional de lectura y el Plan de lectura de Río Negro, Franco Vaccarini participó de la I Feria Municipal de Viedma.
Aprovechamos su visita y lo llevamos al taller integral de arte del Centro Municipal de Cultura. A este taller asisten niños de 6 a 12 años, ya hemos estado con Carlos Silveyra y con Istvansch.
Los niños han crecido en la elaboración de sus preguntas y esperan el momento de encontrarse con el escritor para llenarlo con ellas!!!
Compartimos una hora con Franco Vaccarini, una persona sencilla y cálida, quien nos contó sobre su vida, sobre lo que escribe, lo que lo inspira, el tiempo que le dedica a la escritura, lo que más le gusta escribir, para quienes escribe, todos los libros públicados, quiénes ilustran sus libros. 
Además nos leyó un cuento y nos comentó sobre muchos otros. A todos nos dieron ganas de ir a la librería a conseguir uno. 


Luego repartimos libros, obsequiados por el Plan de Lectura y Franco los firmo todos!!!

Los niños quedaron muy motivados, después de la visita se puieron a escribir y a dibujar... Franco Vaccarini, un incentivo para nuevos escritores e ilustradores!!











El misterio de la sabana por Mateo Pose. Inspirado en anécdota contada por Franco Vaccarini.

Esta es mi historia. Cuando era  chico era muy miedoso y dije que vi un fantasma que me perseguía yo corría y corría para mi que parecía una sabana claro ¡es que era una sabana!  Pero esa sabana me perseguía, estoy seguro. Hasta que un día me canse y le fui a preguntar porque me perseguía, pero me acobarde. La sabana me persiguió hasta que entre a una heladería,  pensé que se había ido pero cuando salí ¡estaba hay! Entre de vuelta y dije que llamaran a la policía pero no me creyeron lo de la sabana. ¡Me creyeron loco! Me escape pero la sabana me vio. Tome aire y me detuve,  la prendí fuego; pero el fuego se apago y la sabana me persiguió mas enojada todavía. Yo me morí de un infarto. En su mundo me explico que solo quería un autógrafo, porque yo era un escritor muy famoso y que era solo por eso que la sabana me perseguía. Su mundo estaba ¡re bueno! y me quede allí a vivir y viví muy bien, todavía sigo escribiendo cuentos como este. Ah!! Me olvide de presentarme me llamo morfin pingo y esta es mi historia de cuando era chico.






FRANCO VACCARINI
Nací en  Lincoln, en octubre de 1963, en una típica y numerosa familia campesina: papá, mamá y siete hermanos. Allí conocí el encanto de las casas abandonadas, las taperas, con sus historias de fantasmas y sus montes nuevamente vírgenes, que crecían en yuyos y frondosidad, para felicidad de   pájaros, zorros y comadrejas.
Grandes impresiones de entonces: papá arando un campo, seguido por una nube de gaviotas para comerse a los "bichos bolita", tremendos gusanos que oxigenaban la tierra, como las lombrices. Lechuzas, sapos, el aljibe en desuso donde vívían mil ranas, los molinos y sus tanques australianos, las parvas de alfalfa. Sí, recuerdo a los animales y a los árboles - dos aloes gigantes custodiaban la tranquera, y luego imponían su señorío los eucaliptos, acacios retorcidos, álamos plateados, paraísos-. Había un ombú obeso y solitario. Cómodo para sentarse entre sus ramas, primo del baobab africano y “rey de la hierba” al decir de Neruda. Es que de grande supe que no es un árbol propiamente dicho, sino una hierba gigante (un “yuyo”, dirán otros).
Corría el año 1970. Tiempos de cambio. La familia se radica en Chacabuco. El diario de viaje destaca que  se nos escaparon varias gallinas en la mudanza. Tuvimos que correr a las "bataclanas" entre las zanjas, para devolverlas al viejo camión jaula que nos facilitó un vecino.
 En Chacabuco hice la primaria: escuelita de campo, un sólo recreo, pero que duraba una hora, o casi. Apto para largos partidos de fútbol, campeonatos de bolita y caza de cuises. En los días de lluvia iban pocos alumnos, entonces la señorita Haydeé nos dejaba leer cuentos a discreción. El director, Jorge, nos leyó durante meses varios episodios de El Quijote, adaptándonos un poco sus arcaísmos para que nos resultara más divertido. Me convierto en lector: de Patoruzú a las fotonovelas de mis hermanas y los mini libros de la revista Anteojito. Y de ahí, a Borges, Camus, Bradbury , Herman Hesse. Mi papá leía sobre todo libros que contaran cosas reales ( nunca fue muy amigo de la ficción). Mi mamá prefería la Biblia y las palabras cruzadas.
En 1977 me fui a Lincoln, para estudiar la secundaria. Ya escribía poemas y me enamoré de la vida urbana, los carnavales, la libertad que me daba vivir en pensiones.  Lo más lindo fue participar en el Centro de Estudiantes, cuya actividad principal era  la matiné en el Club Independiente, el  boliche "Crakatoa". Teníamos un programa de radio y una librería, y organizábamos dos grandes eventos anuales: el Baile de la Primavera, y el Baile del Egresado. Con los ingresos, becábamos a unos cincuenta chicos de condición humilde.
En 1982, malas noticias: guerra y el servicio militar en la Base Naval de Puerto Belgrano, catorce meses como enfermero. Me toca atender a decenas de soldados  heridos en las Islas Malvinas ( es una de las novelas que me falta escribir).
Al salir, hago borrón y cuenta nueva: quemo en una gran fogata veinte cuadernos con mis poemas adolescentes y me radico en Buenos Aires, con la ayuda de mis hermanas Vilma y María Alicia. Lo primero, conseguir un trabajo. Lo segundo, asistir al taller literario del escritor José "Pepe" Murillo y hacer un curso de paracaidismo en La Plata, que abandono luego de cuatro saltos.
Hoy soy un vecino del barrio de Villa Ortúzar. Vivo con Mechi y mis dos hijas Valentina y Camila. Compartimos la casa con dos gatos, una tortuga y muchas plantas.
En 1998 publiqué dos libros de poesía: El culto de los puentes (Libros de Tierra Firme, Mención de honor del Fondo Nacional de las Artes) y La Cura (editado en el evento Buenos Aires No Duerme). A partir de entonces, publiqué varios libros de literatura infantil y juvenil en la editorial El Quirquincho, y  cuentos en la revista La Nación de los Chicos y en manuales de Puerto de Palos, Santillana y Kapelusz.
Dos libros, editados en el sello Cántaro, de Puerto de Palos, recrean mi vida campesina: Ganas de tener miedo y El hombre que barría la estación. Publiqué las novelas El chavo Chamán (México, Alma Ediciones) y Los ojos de la Iguana   (Mondragón Ediciones, hasta hoy mi último libro). En el 2005 saldrán dos versiones de temas épicos  que escribí para la colección El Mirador, de Cántaro: El rey Arturo y El cantar de los nibelungos.
Mi “vida literaria” se reparte entre la escritura y la lectura, los talleres en las escuelas, las colaboraciones en una revista de poesía y otra de cuento.
 

2 comentarios:

  1. Anyela, muchas gracias. Fue una visita inolvidable. Y felicitaciones a Mateo por su cuento. Un abrazo.
    Franco Vaccarini

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  2. Anyela, muchas gracias. Fue una visita inolvidable. Y felicitaciones a Mateo por el cuento.
    Franco Vaccarini

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